Stacy tuvo varias relaciones largas, pero se enamoró del hombre que menos tiempo estuvo en su vida. Se enamoró como loca, a apenas meses de conocerlo sabía que quería pasar el resto de su vida con el. Estaba dispuesta a seguirlo donde fuera si tan solo el se lo pedía. Pero nunca lo hizo. El tiempo llegó en el que tuvo que partir y con un beso de falsas esperanzas, le dijo adiós.
Han pasado los años y Stacy ha tratado de encontrar a este hombre en muchos otros que ofrecen amores temporales nada más, copas de una noche y sexo de despedida. En cada uno ella vuelve a enamorarse, vuelve a sentir que esos brazos que la rodean podrían ser los que la tengan para siempre. Aunque trate de inventar una y mil excusas de por qué éste tampoco es el indicado, muy adentro lo único que quiere es una cosa: que la quieran de nuevo. Aún así sea por un mes, una semana, un fin de semana, o aún peor, una noche.
Ahora el sexo se consigue más rápido que un beso. "Qué importa!" exclama en cada aventura, "al cabo que amor no es lo que busco..." El verdadero problema es que si lo es.
Ese amor de hace muchos años se ha enamorado, se ha casado y Stacy no puede mas. Aunque sepa que jamás encontrará el amor en una bar lleno de extranjeros buscando una noche divertida en la cama, se empeña en besar labios extraños, coger hasta saciarse y despedirse una y otra vez.
Todo esto sin saber que cada adiós significa solo una cosa: tú tampoco te quedas por mi, me dejas como el me dejó. Y se hace mierda. Una vez mas, pero esta vez, de manera consciente.
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