"De gracias que tiene a mi hijo en brazos, si no la vergueo tremenda hija de la gran puta..."
Esa frase todavía retumba en mi cabeza cada tanto, a pesar de los años. Esa frase en una noche oscura, de últimas oportunidades, de últimas disculpas falsas, de últimas veces, de hastío. Una noche de miedo, de luz y de paz.
Una frase capaz de cambiar vidas, la de el, la mía, la de mi bebé de tres meses.
Esa es una noche que nunca olvidaré. El miedo, los gritos, las palabras hirientes, el valor, el coraje resurgiendo.
No estuve allí el tiempo suficiente, si es que tal cosa existe cuando a un matrimonio abusivo se refiere. Estuve en un lugar en el que jamás pensé estar. Estuve nadando en esas aguas de humillaciones, maltratos e insultos, por mucho tiempo en mi opinión.
Pero el maltrato no se mide en tiempo, sino en daños.
Y mis daños, siguen en reparación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario